Parece que la teoría de que ser machos es resistirse a manifestar lo que sienten todavía tiene más peso que lo que dicen los científicos sobre la importancia de validar los sentimientos para gozar de una buena inteligencia emocional. Como desde hace mucho la cultura machista ha insistido que los hombres son más viriles si son recios e insensibles, se les anima a usar la fuerza y valorar el intelecto pero a devaluar las emociones y sentimientos. Así, se acostumbraron a racionalizarlos para no sentirlos.
Aun cuando muchos hombres ya pueden expresar ciertas emociones que les estaban vetadAs (como la ternura o el afecto), otras tan fundamentales como la tristeza todavía se les prohíbe, con argumentos tan absurdos como ´los hombres no lloran´.
Lo grave es que la única forma de impedir que los hombres expresen el dolor con llanto es que no lo sientan ni lo validen, lo que significa desconectarse de sus emociones. Y como éstas son una voz que surge desde el fondo del corazón para decirnos si debemos acercarnos o alejarnos, hacer o no hacer, decir o a callar, ignorarlas es como andar con los ojos vendados. Quizás por eso muchos hombres van a tumbos por la vida en lo que se refiere a asuntos sentimentales, y andan perdidos tratando de descifrar con la cabeza lo que dice su corazón en un lenguaje incomprensible para el intelecto. Me pregunto si no es por esto que la vida afectiva de muchos es tan inestable y que hay tantos que no saben a quién quieren ni qué quieren.
No es fácil para los hombres cambiar algo tan arraigado como el veto impuesto por el machismo a expresar aquellas emociones que evidencien su vulnerabilidad. Un primer paso puede ser redefinir el concepto de macho como aquel hombre que tiene la valentía de expresar lo que siente a pesar de lo que digan los demás. Es urgente permitirle a los hijos que lloren sin calificarlos de ´nenas´ para que dejen de creer que son más hombres si son más insensibles.
Los sentimientos son nada menos que lo que nos vincula con nuestros semejantes, y por ello al validarlos en los hijos estamos enriqueciendo su capacidad para establecer una unión más profunda y estable con sus seres queridos. Aquellos que nos hacen más vulnerables, como el dolor y el amor, son precisamente los que nos hacen más compasivos, más cálidos y por ende más humanos. Sentir intensamente no sólo implica sufrir intensamente, sino ante todo, amar y vivir más plenamente.
Por: Ángela Marulanda