Pertenecíamos a un club de ciclismo llamado Club Halcones de Piedras Negras, donde el dueño de un negocio de reparación de motocicletas y bicicletas localizado por la calle Guerrero entre Galeana y Victoria era el famoso “Fidencio”(de lentes oscuros en la foto de la izquierda donde se encuentra tambien Don Carmelo Cipriano y Carlos su hijo. Pulsen las fotos para ver los detalles). Mis amigos y yo éramos los chiquillos del club y Juan Abel Hernández y otros amigos de su edad eran los adultos y quienes montaban sus pesadas motocicletas con manubrios altos al estilo de los "Rebeldes Sin Causa" de los 60´s.
Fidencio solía organizar competencias de ciclismo en la calle López Mateos donde la ruta que se cubría era desde la Carta Blanca (donde esta ahora una mueblería), hasta la calle de Román Cepeda (donde esta ahora el Restaurante El Mezquite). Había que dar 3 vueltas para sacar los ganadores ante la concurrencia que abarrotaba las aceras de la avenida para ver la competencia. Primero competíamos los de las bananas y después los ciclistas mayores y donde venían competidores de la región a enfrentarse contra los de Piedras Negras.
Se programo entonces la competencia más importante del año. La ruta por la carretera 57 hasta la ciudad de Nava Coahuila. “Le Tour de Nava” de petatiux. Seria el evento más importante hasta esa fecha organizado en Piedras Negras y los participantes andabamos muy emocionados. Nosotros los de las bananas correríamos hasta la garita del kilometro 22 y regresaríamos a la meta localizada frente a la escuela Altamirano. Los ciclistas mas grandes lo harían hasta Nava y de regreso a la misma meta. Nuestra edad rondaba entre los 12 años.
Dada la magnitud del evento había que prepararnos física y mentalmente. Porque aparte de la competencia que teníamos entre nosotros mismos, vendrían a las carreras ciclistas de nuestra categoría de la región. Para eso, practicábamos todas las tardes dando vueltas a toda velocidad a la plaza principal así como en la calle López Mateos con el fin de ejercitarnos adecuadamente. Sentíamos que no era suficiente. Necesitábamos practicar la ruta, así que se nos ocurrió (yo no fui el ocurrente, que conste) que si íbamos a correr en carretera, lo lógico seria practicar en carretera hasta la garita del kilometro 22. Bah!, ¿porque no?
Sin que nuestros padres se dieran cuenta organizamos la práctica por la carretera 57 un sabado. Saldríamos temprano de la casa de Balo Hernandez y consideramos estar de regreso y sin contratiempos a medio día. Diríamos a nuestros papás que andábamos jugando basket en el Gimnasio Municipal y ni cuenta se habrían de dar. Recuerden que en aquel tiempo no había celulares, por lo que éramos unos verdaderos niños libres de la comunicación insensata.
Balo Hernández, La Rana de la Paz, Oscar de los Santos, Víctor “nomeacuerdoelapellido” Homero Hernández y yo (si me falta alguno y me leen los involucrados, ayúdenme a recordar) nos lanzamos a nuestra aventura. Con nuestras bananas tomamos la carretera 57 rumbo al sur y en pelotón fuimos disfrutando el paisaje regional mientras nos ejercitábamos (recuerden que no había MICARE ni camiones carboneros). Al poco rato, por allá en las curvas de Rio Escondido (no estaba construido el paso a desnivel) Balo, el mas fuerte competidor de nuestro equipo, se nos había despegado y tendíamos que seguirle el ritmo. Los camiones y los carros nos pasaban rozando ya que era una carretera de un solo carril y ni crean que tenía acotamiento. El acotamiento era un zacatal que nos llegaba a las rodillas.
Fidencio solía organizar competencias de ciclismo en la calle López Mateos donde la ruta que se cubría era desde la Carta Blanca (donde esta ahora una mueblería), hasta la calle de Román Cepeda (donde esta ahora el Restaurante El Mezquite). Había que dar 3 vueltas para sacar los ganadores ante la concurrencia que abarrotaba las aceras de la avenida para ver la competencia. Primero competíamos los de las bananas y después los ciclistas mayores y donde venían competidores de la región a enfrentarse contra los de Piedras Negras.
Se programo entonces la competencia más importante del año. La ruta por la carretera 57 hasta la ciudad de Nava Coahuila. “Le Tour de Nava” de petatiux. Seria el evento más importante hasta esa fecha organizado en Piedras Negras y los participantes andabamos muy emocionados. Nosotros los de las bananas correríamos hasta la garita del kilometro 22 y regresaríamos a la meta localizada frente a la escuela Altamirano. Los ciclistas mas grandes lo harían hasta Nava y de regreso a la misma meta. Nuestra edad rondaba entre los 12 años.
Dada la magnitud del evento había que prepararnos física y mentalmente. Porque aparte de la competencia que teníamos entre nosotros mismos, vendrían a las carreras ciclistas de nuestra categoría de la región. Para eso, practicábamos todas las tardes dando vueltas a toda velocidad a la plaza principal así como en la calle López Mateos con el fin de ejercitarnos adecuadamente. Sentíamos que no era suficiente. Necesitábamos practicar la ruta, así que se nos ocurrió (yo no fui el ocurrente, que conste) que si íbamos a correr en carretera, lo lógico seria practicar en carretera hasta la garita del kilometro 22. Bah!, ¿porque no?
Sin que nuestros padres se dieran cuenta organizamos la práctica por la carretera 57 un sabado. Saldríamos temprano de la casa de Balo Hernandez y consideramos estar de regreso y sin contratiempos a medio día. Diríamos a nuestros papás que andábamos jugando basket en el Gimnasio Municipal y ni cuenta se habrían de dar. Recuerden que en aquel tiempo no había celulares, por lo que éramos unos verdaderos niños libres de la comunicación insensata.
Balo Hernández, La Rana de la Paz, Oscar de los Santos, Víctor “nomeacuerdoelapellido” Homero Hernández y yo (si me falta alguno y me leen los involucrados, ayúdenme a recordar) nos lanzamos a nuestra aventura. Con nuestras bananas tomamos la carretera 57 rumbo al sur y en pelotón fuimos disfrutando el paisaje regional mientras nos ejercitábamos (recuerden que no había MICARE ni camiones carboneros). Al poco rato, por allá en las curvas de Rio Escondido (no estaba construido el paso a desnivel) Balo, el mas fuerte competidor de nuestro equipo, se nos había despegado y tendíamos que seguirle el ritmo. Los camiones y los carros nos pasaban rozando ya que era una carretera de un solo carril y ni crean que tenía acotamiento. El acotamiento era un zacatal que nos llegaba a las rodillas.
Por fin llegamos a la garita del kilometro 22 y cuando pensábamos regresarnos a Piedras, nos dimos cuenta que estaba sin vigilancia. Los fiscales estaban en la siesta y sin pensarla dos veces nos pasamos rumbo a Nava raudos y veloces por el carril contrario. Ni cuenta se dieron los aduanales. Se nos ocurrió sin pensarlo y sin habernos dicho nada entre nosotros. Al ver la puerta abierta entramos en bola y rodeados de juveniles risas con mezcla de adrenalina le dimos rumbo a Nava York!
Cuando llegamos a la tierra prometida nos fuimos a un estanquillo a tomarnos una soda y el señor de ahí nos dio unos aguacates que nos comimos con galletas saladas. Después de descansar un rato en la Plaza de Nava, bajo los frondosos álamos (¿cuales?) nos dispusimos a regresar de donde nunca debimos de haber salido.
De regreso a Piedras nos detuvimos en el letrero que da la bienvenida a Nava y pusimos ahí nuestros nombres con un plumón que traía Oscar. Sería para la posteridad, dijimos cuando hicimos nuestro grafiti. Supongo que fuimos los primeros grafiteros de Nava y la región.
Los regresos siempre son muy tediosos y este no fue la excepción y para acabarla ya se nos estaba haciendo tarde. Las bananas que traíamos tenían 5 cambios, pero la bicicleta nueva del riquillo del grupo, que le habían comprado en Western Auto, traía diez cambios por las cinco estrellas en el piñón trasero y las dos estrellas grandes al frente, así que aprovechando la nueva tecnología le metió uno de los cambios y se lanzo en persecución de Balo quien ya iba por el Km 10 mientras nosotros apenas íbamos por el rancho de los Ibarra. Seguramente iba asustado porque la cintareada estaría fuerte si no llegaba a tiempo a su casa. Ya estaba tardeando y de seguro los papás andarían en nuestra búsqueda sin haber ido a comer y sin saber de nosotros, hecho poco frecuente en nuestras familias. Ahora a los güercos desobedientes los papás les celebran sus excesos, pero en nuestra época de chamacos, si la regabas te ganabas una cintareada bien dada.
Cuando íbamos llegando a la Villa que voy viendo a mi mamá!...en la madre!
Con sus siempre hermosos ojos que destellaban un disimulado enojo pero si un real y contenido susto por el riesgo donde andaba su “conse” me lo dijo todo. Subimos las bicicletas de los que quedábamos rezagados a la cajuela y mamá solo me dijo….”n'ombre, n'ombre…que bárbaro!” y yo con los ojos pelones volteando a ver a los otros amigos conteniendo las sonrisas, no decíamos nada, ni chistábamos en el asiento trasero del carro. Les leía el gesto en su cara que me decían “ándale güey!” yo pensaba; que bueno que nos recogió en la Villa porque ya veníamos bien cansados de pedalear, pero evite el comentario so pena de ganarme un madrazazazo entre ceja oreja y progenitora!. Después supe que el chismoso había sido Chuy, uno de los traileros que le traían fruta a papá quien al verme en la carretera cuando el iba hacia Monterrey, pidió el teléfono a los de la aduana para dar su reporte de los ciclistas y porque además sabia que mis papás andaban muy mortificados porque no me localizaban.
Cuando llegamos a la tierra prometida nos fuimos a un estanquillo a tomarnos una soda y el señor de ahí nos dio unos aguacates que nos comimos con galletas saladas. Después de descansar un rato en la Plaza de Nava, bajo los frondosos álamos (¿cuales?) nos dispusimos a regresar de donde nunca debimos de haber salido.
De regreso a Piedras nos detuvimos en el letrero que da la bienvenida a Nava y pusimos ahí nuestros nombres con un plumón que traía Oscar. Sería para la posteridad, dijimos cuando hicimos nuestro grafiti. Supongo que fuimos los primeros grafiteros de Nava y la región.
Los regresos siempre son muy tediosos y este no fue la excepción y para acabarla ya se nos estaba haciendo tarde. Las bananas que traíamos tenían 5 cambios, pero la bicicleta nueva del riquillo del grupo, que le habían comprado en Western Auto, traía diez cambios por las cinco estrellas en el piñón trasero y las dos estrellas grandes al frente, así que aprovechando la nueva tecnología le metió uno de los cambios y se lanzo en persecución de Balo quien ya iba por el Km 10 mientras nosotros apenas íbamos por el rancho de los Ibarra. Seguramente iba asustado porque la cintareada estaría fuerte si no llegaba a tiempo a su casa. Ya estaba tardeando y de seguro los papás andarían en nuestra búsqueda sin haber ido a comer y sin saber de nosotros, hecho poco frecuente en nuestras familias. Ahora a los güercos desobedientes los papás les celebran sus excesos, pero en nuestra época de chamacos, si la regabas te ganabas una cintareada bien dada.
Cuando íbamos llegando a la Villa que voy viendo a mi mamá!...en la madre!
Con sus siempre hermosos ojos que destellaban un disimulado enojo pero si un real y contenido susto por el riesgo donde andaba su “conse” me lo dijo todo. Subimos las bicicletas de los que quedábamos rezagados a la cajuela y mamá solo me dijo….”n'ombre, n'ombre…que bárbaro!” y yo con los ojos pelones volteando a ver a los otros amigos conteniendo las sonrisas, no decíamos nada, ni chistábamos en el asiento trasero del carro. Les leía el gesto en su cara que me decían “ándale güey!” yo pensaba; que bueno que nos recogió en la Villa porque ya veníamos bien cansados de pedalear, pero evite el comentario so pena de ganarme un madrazazazo entre ceja oreja y progenitora!. Después supe que el chismoso había sido Chuy, uno de los traileros que le traían fruta a papá quien al verme en la carretera cuando el iba hacia Monterrey, pidió el teléfono a los de la aduana para dar su reporte de los ciclistas y porque además sabia que mis papás andaban muy mortificados porque no me localizaban.
Cuando llegó papá a la casa me hecho la mirada #3 que quiere decir “la riegas diamadre” y se dispuso a cenar mientras yo lo veía de reojo esperando de un momento a otro la fuerte regañada. No me dijo nada más. Con la pura mirada me hizo temblar.
Obvio decirles que al otro día, sospechosamente desaprecio mi bicicleta, lo que me imposibilito de participar en “Le Tour de Nava” aunque les soy sincero, no me dolió tanto como el hecho de haberle causado un susto tan grande a "my mom".
Obvio decirles que al otro día, sospechosamente desaprecio mi bicicleta, lo que me imposibilito de participar en “Le Tour de Nava” aunque les soy sincero, no me dolió tanto como el hecho de haberle causado un susto tan grande a "my mom".
Nota de la redaccion: La banana apareció milagrosamente una vez que concluyó el evento.
Nos Vemos…
Nos Vemos…
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