Ese día había comido bastante de todo. Después de la comida, me había atragantado de elote, jícama, naranjas, sandia, melón y pepino, todo con chile. Luego, mas tarde, me fui a jugar beisbol (el rey de los deportes) con los amigos a los campos de Fisher allá por la López Mateos desde donde despues de jugar buena pelota de regreso a casa nos detuvimos a disfrutar de las mejores raspas del universo en el estanquillo de Don Diego. Llegando a casa, después de bañarme me surtí la rutinaria cena consistente en 3 huevos, tocino, frijoles refritos con manteca de puerco, aguacate y tortillas de harina inagotables y un vasote de esos de veladora guadalupana lleno de leche. Antes de irme a la cama me recete una bolsa de “esquites” con una coca mientras veíamos algún programa en la televisión. Pobrecito.
No paso mucho tiempo sin que se hiciera presente el cruel y sorpresivo retorcijón que me hizo lanzar el primer alarido de la noche. Los restantes me acompañaron en un nocturno viacrucis entre la recamara y el baño. La enfermera permanente que teníamos en casa la cual entre otros títulos ostenta el de mamá, sufría y se desvelaba conmigo. A su “conse” le dolía la panza por tragón y era motivo de duelo. Un jarabe que sabia a rayos, unos polvos de empacho y una sobada en la barriga con un ungüento que ya quisieran los jugadores del Atoyac (felicidades por el campeonato suertudos) fue el tratamiento, pero la receta mas significativa y la que mas buenos resultados le daba era la de acostarnos “de ladito” para amortiguar el malestar. “Acuéstate de ladito y se te quita m´hijo” me decía mamá y si vieran que acertada en su diagnostico!
Te dolía la cabeza y te recetaba acostarte de ladito, traías gripe y órale, de ladito, te dolia el dedo gordo del pie, ya estas, de ladito, anda deprimdo m´hijo?, acuestese de ladito. Mis hermanos y yo ya sabíamos lo que nos iba a recetar si antes de irnos a dormir nos sentiamos mal. Más grandecitos Chavo y yo, mamá nos recetaba acostarnos de ladito hasta para amortiguar las crudas. Claro, después de lanzarnos la mirada #3 y darnos unos buenos coscorrones cuando haciamos nuestra sigilosa llegada a la casa a altas horas de la noche.
La receta de mamá ha traspasado generaciones. Se que viene desde mi abuela quien se la recetaba continuamente a “my mom” y a mis tíos allá en El Remolino. Ahora yo la doy a mis hijas cuando traen algún malestar aunque les noto en sus ojos la misma mirada incrédula que yo le lanzaba a mamá cuando hecho nudo por el dolor me la recetaba. Pero de que se nos quitaba el dolor, se nos quitaba. Y si no mírenos, vivitos y coleando.
Estoy pensando patentizarla. No nos vaya a suceder lo que a los Anaya con eso de los Nachos.
Nos vemos…
No paso mucho tiempo sin que se hiciera presente el cruel y sorpresivo retorcijón que me hizo lanzar el primer alarido de la noche. Los restantes me acompañaron en un nocturno viacrucis entre la recamara y el baño. La enfermera permanente que teníamos en casa la cual entre otros títulos ostenta el de mamá, sufría y se desvelaba conmigo. A su “conse” le dolía la panza por tragón y era motivo de duelo. Un jarabe que sabia a rayos, unos polvos de empacho y una sobada en la barriga con un ungüento que ya quisieran los jugadores del Atoyac (felicidades por el campeonato suertudos) fue el tratamiento, pero la receta mas significativa y la que mas buenos resultados le daba era la de acostarnos “de ladito” para amortiguar el malestar. “Acuéstate de ladito y se te quita m´hijo” me decía mamá y si vieran que acertada en su diagnostico!
Te dolía la cabeza y te recetaba acostarte de ladito, traías gripe y órale, de ladito, te dolia el dedo gordo del pie, ya estas, de ladito, anda deprimdo m´hijo?, acuestese de ladito. Mis hermanos y yo ya sabíamos lo que nos iba a recetar si antes de irnos a dormir nos sentiamos mal. Más grandecitos Chavo y yo, mamá nos recetaba acostarnos de ladito hasta para amortiguar las crudas. Claro, después de lanzarnos la mirada #3 y darnos unos buenos coscorrones cuando haciamos nuestra sigilosa llegada a la casa a altas horas de la noche.
La receta de mamá ha traspasado generaciones. Se que viene desde mi abuela quien se la recetaba continuamente a “my mom” y a mis tíos allá en El Remolino. Ahora yo la doy a mis hijas cuando traen algún malestar aunque les noto en sus ojos la misma mirada incrédula que yo le lanzaba a mamá cuando hecho nudo por el dolor me la recetaba. Pero de que se nos quitaba el dolor, se nos quitaba. Y si no mírenos, vivitos y coleando.
Estoy pensando patentizarla. No nos vaya a suceder lo que a los Anaya con eso de los Nachos.
Nos vemos…
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