11 de agosto de 2011

Si regresa...

Don Remigio regreso a su pueblo de donde había salido hace ya casi un año con rumbo a los Estados Unidos. Lo encontró igual como lo había sonado mientras estaba trabajando.

Nada cambio durante ese tiempo.

La iglesia del pueblo seguía llena de gente todas las tardes. Sus cúpulas blanqueadas con cal y la vieja campana brillaba de limpia como todas las Semanas Santas cuando el curita ponía a trabajar al remilgoso sacristán. La plaza y su kiosco estaban como siempre, limpios y oliendo a tierra mojada después que doña Carmen regaba todas las tardes antes de misa. Las calles empedradas que rodeaban la iglesia y la plaza estaban siempre concurridas con los guallines, gente a caballo y muchachos juguetones mientras que las banquetas se llenaban de gente platicando en sus mecedoras cuando el sol reposaba detrás de la loma de la Santa Cruz.

Así era el pueblo que Remigio  había dejado. Así estaba cuando regreso.

Su casa olia a rosas todas las mañanas y la acequia que cruzaba los terrenos de el y sus vecinos cantaba su melodia a todas horas. Para arruyar el sueño y para alegrar la mañana, para acompanar la comida y para servir de fondo a las platicas nocturnas con Dona Adela. Tambien olia a cafe de holla y a aquellas esquisitas tortillas de harina que preparaba diariamente para los muchachos y para el.

Por eso siempre regresa.

Porque el olvido se da la vuelta cuando la nostalgia es compañera. Porque lo esperan. Porque se siente amado por su familia y por su pueblo.

Arre! le grita don Remigio a la mula que reconoce la montura del patron. Extrañaba el paseo rumbo al río esa vieja mula compañera de travesias y travesuras. Bullele Cleotilde! tenemos poco tiempo antes de que arrecie el sol.

No hay comentarios.: