Aquel exitoso gerente de ventas me invitó a pasar a su oficina. En aquel lugar se respiraba solamente éxito, desde el color de los pisos hasta las manillas de las puertas. Su oficina era impecable, como lo era el resto de su empresa, según lo pude comprobar cuando hice un recorrido por sus instalaciones – Todo estaba perfectamente ordenado y se respiraba un ambiente muy distinto al de muchísimas de las empresas que conozco día a día..
Yo estaba allí porque sabía de su éxito, el cual era además reconocido ampliamente en la comunidad. Yo estaba allí por el secreto de su éxito, también por la relación de vecinos que nos unía, pero fundamentalmente yo había aceptado su invitación a visitarlo para descubrir qué hacía él para tener el éxito que tiene.
Mientras me hablaba y atendía cortas llamadas telefónicas mi mirada hacía un recorrido de espía por todas las superficies de su acogedor y sobrio ambiente de trabajo. Había muchas condecoraciones. Todas se referían al MEJOR. Él era un campeón en ventas y lo sabía. Él era uno de esos que escasean en nuestra sociedad, de aquellos a quienes desearíamos tener como socios. Y la pared llena de condecoraciones atestiguaba que siempre había llevado una vida de triunfador en sus asuntos de negocios.
Pero no terminaba de adivinar qué tenía aquella personalidad arrolladora, ni cuál era la fórmula secreta que él practicaba. Y al final, ya vencido, tuve que preguntársela.
Sé que eres de origen humilde, le dije, y ahora todo lo que tocas se vuelve oro, ¿qué fórmula milagrosa te dieron, qué misterioso secreto conoces tú que los demás ignoramos?
Ni es secreto, ni es misterioso me dijo con su hablar seguro; aquí en la pared, detrás de mi cabeza siempre ha estado la regla con la que enfrento mi destino, mientras me señalaba con su mano un cuadro que contenía la siguiente frase:
“Si de verdad estás decidido a triunfar, tarde o temprano tendrás que rechazar la falsa seguridad que ofrece la mediocridad que te mantiene atrapado donde estás, y tendrás que salir en pos de tus sueños, asumiendo los riesgos que tengas que asumir”.
Dame un papel, le dije, déjame anotar la sabiduría de estas palabras que seguramente podrán ser de utilidad para muchas personas que permanecen atadas a empleos que no les agradan. a ingresos que no los satisfacen, a estilos de vida llenos de tedio y de rutina, a grupos de amistades que no les aportan nada a su crecimiento, a profesiones saturadas de estatus, a clases medias que se pasan la vida compitiendo por tener mas cosas que el vecino, a ejércitos de ejecutivos que llevan una vida llena de facturas y de tarjetas de crédito que nunca terminan de pagar.
No te vayas, me pidió mi amigo, déjame decirte algo, antes de que te vayas. Durante muchos años estuve repitiendo esta frase a mis amigos, como queriéndoles enseñar lo que debían hacer y todos me miraban y se reían. Años después, mucho después de que mis amigos han visto que no solo lo digo, sino que además lo hago y lo pongo en práctica, mis amigos me respetan. No le digas esta frase a nadie sin antes chequear cómo está la calidad de vida que estás llevando, pues corres el riesgo de no tener autoridad para decirla y recomendarla.
Es bastante serio esto de la mediocridad. Una gran ayuda es ver la calidad de vida de la gente que admiramos, eso nos dirá dónde estamos nosotros. La mediocridad viene disfrazada de mil maneras, y el disfraz de mi propia mediocridad puede estarme ofreciendo una falsa garantía que a su vez sirva de modelo a otros y hacerles mucho daño. Es en serio que tenemos que hacer un inventario, una auditoría a lo que está pasando en nuestra vida.
ACCION Tome un papel y contéstese estas preguntas:
¿Qué estoy haciendo? ¿Para qué lo estoy haciendo? ¿Qué sentido tiene esto o aquello que hago todos los días? ¿A dónde quiero llegar? ¿Qué estoy haciendo en forma intencional para llegar a donde quiero?
Por: José Ascanio Pérez.