Gooooool del Monterrey!!! Gritamos los que estábamos en la barra de Le Club cuando "Los Rayados" anotaron el del empate. Apenas íbamos a comentar la jugada, cuando empezaron a timbrar celulares de algunos de los asistentes. Las llamadas eran de OTROS amigos que celebraban con los del celular el logro de su equipo comentando a detalle la jugada, riendo y celebrando, mientras los que estábamos ahí físicamente, esperábamos a que terminaran de celebrar con el que estaba a distancia y compartir con nosotros la alegría de estar juntos. Gooool de Mexico!!! Gritamos cuando Cuauhtémoc anoto el penalti, y antes de celebrarlo, las llamadas a celulares hicieron de nuevo su aparición.
¿Que estamos haciendo en un lugar de amigos disfrutando un juego en su compañía si nuestro pensamiento y atención se centra en otros?
El uso indiscriminado de los celulares en las reuniones familiares, sociales y de trabajo definitivamente afectan las relaciones personales. El que no lo quiera reconocer es porque es un esclavo de esos aparatos. Para algunos, el recibir una llamada les causa un éxtasis indescriptible, que les hace sentirse importantes, queridos y/o útiles, sin importarles que se esta ofendiendo, aunque sea sin querer, a los que dejan sus asuntos por convivir con ellos.
No en pocas ocasiones he sido víctima o victimario de situaciones donde al estar reunido con familiares o amigos, la atención a los presentes se desconcentraba por atender una llamada, o por recibir mensajes en el celular. No quería reconocer que esa es una mala costumbre y mas delicado, una falta de respeto para quienes me acompañan, hasta que con la sinceridad que caracteriza a mi esposa, me lo dijo directamente y sin tapujos. La solución era sencilla pero no fácil. Avisar siempre a mis familiares donde estaba y que al menos que al asunto fuera de vida o muerte, me llamaran. Cualquier llamada de otra persona que entrara a mi celular no la iba a contestar y me reportaría una vez terminara la reunión. Ni de amigos ni de negocios, para los cuales he dejado el tiempo que me resta.
Debo reconocer que es difícil acostumbrarse a dejar que el celular este timbrando o vibrando. La reacción inmediata de la gran mayoría que depende de esos aparatos es contestarlo sea quien sea en el momento que sea y frente a quien sea. Y todavía tenemos el descaro de levantarnos de la mesa, alejarnos de la reunión buscando algún lugar donde podamos entablar la comunicación (que regularmente es sin importancia) y hasta que terminamos, regresamos a la mesa de familiares y amigos donde ya perdimos el hilo de la plática, solicitándoles que nos actualicen con el injusto ¿Qué me perdí?.
Por el bien de nuestros familiares, amigos y compañeros, debemos hacer una campaña para erradicar de nuestra costumbre esa pésima práctica.
Nos vemos …. me hablan al “celulis”.
¿Que estamos haciendo en un lugar de amigos disfrutando un juego en su compañía si nuestro pensamiento y atención se centra en otros?
El uso indiscriminado de los celulares en las reuniones familiares, sociales y de trabajo definitivamente afectan las relaciones personales. El que no lo quiera reconocer es porque es un esclavo de esos aparatos. Para algunos, el recibir una llamada les causa un éxtasis indescriptible, que les hace sentirse importantes, queridos y/o útiles, sin importarles que se esta ofendiendo, aunque sea sin querer, a los que dejan sus asuntos por convivir con ellos.
No en pocas ocasiones he sido víctima o victimario de situaciones donde al estar reunido con familiares o amigos, la atención a los presentes se desconcentraba por atender una llamada, o por recibir mensajes en el celular. No quería reconocer que esa es una mala costumbre y mas delicado, una falta de respeto para quienes me acompañan, hasta que con la sinceridad que caracteriza a mi esposa, me lo dijo directamente y sin tapujos. La solución era sencilla pero no fácil. Avisar siempre a mis familiares donde estaba y que al menos que al asunto fuera de vida o muerte, me llamaran. Cualquier llamada de otra persona que entrara a mi celular no la iba a contestar y me reportaría una vez terminara la reunión. Ni de amigos ni de negocios, para los cuales he dejado el tiempo que me resta.
Debo reconocer que es difícil acostumbrarse a dejar que el celular este timbrando o vibrando. La reacción inmediata de la gran mayoría que depende de esos aparatos es contestarlo sea quien sea en el momento que sea y frente a quien sea. Y todavía tenemos el descaro de levantarnos de la mesa, alejarnos de la reunión buscando algún lugar donde podamos entablar la comunicación (que regularmente es sin importancia) y hasta que terminamos, regresamos a la mesa de familiares y amigos donde ya perdimos el hilo de la plática, solicitándoles que nos actualicen con el injusto ¿Qué me perdí?.
Por el bien de nuestros familiares, amigos y compañeros, debemos hacer una campaña para erradicar de nuestra costumbre esa pésima práctica.
Nos vemos …. me hablan al “celulis”.
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