Ya no voy escribir cosas relacionadas con la política ni asuntos que hablen del mal estado en que se encuentran algunas áreas de la ciudad de Piedras Negras. A partir de este articulo, me niego rotundamente a criticar a funcionarios públicos municipales, por lo que me dispongo a platicarles a ustedes únicamente las cosas buenas del pueblo y las buenas acciones que hacen los funcionarios. Lo hago para contribuir en algo al cada vez más distante y renuente turismo de nuestro querido Piedras Negras. Los mas de 23 mil visitantes de esta página son familiares y amigos que me hacen el honor de leerme, así que ni crean que lo que les he criticado ha mortificado a alguien.
Las pocas cosas que están mal en la ciudad están así por culpa nuestra. Los muy pocos malos funcionarios públicos que sirven a la ciudad, están ahí porque nosotros queremos, así que de nadie es la culpa de lo que sucede en el pueblo más que de nosotros mismos. Y es que escribir de las carencias del pueblo y de los malos políticos y funcionarios municipales y estatales no me ha ayudado más que a derramarme la bilis y a que me salgan canas en el poco pelo que aun tengo.
Hoy mejor les voy a platicar del Remolino Coahuila. Si, una joyita de pueblo olvidada por alguien en la región de Zaragoza Coahuila y que aun guarda costumbres, paisajes y una rica historia familiar. Lugar donde nació mi madre. Lugar donde se mecen los nogales con el viento que se encañona y se disfrutan las tardes escuchando la melodía del agua del Rio San Rodrigo cuando pasa a su lado. Lugar donde aun puedes platicar en sus calles bajo la sombra de los arboles o descansar placidamente metiendo tus pies en el agua fria y cristalina que corre por la Atarjea a la sombra de los alamos.
La localidad de El Remolino está situada en el Municipio de Zaragoza Coahuila. Tiene 436 habitantes y está a 360 metros de altitud sobre la altitud media del mar. Puedes llegar ahí tomando la carretera 29 y entre las ciudades de Zaragoza y Acuña encontraras las señales que te llevaran a esta poblado.
Muy pocas veces he visitado el poblado, pero con las historias que platican mamá y los tíos me basta y sobra para sentirme de ahí.
No es un lugar turístico, pero es el lugar donde mi familia materna lleno con sus juegos y risas de su niñez el cálido ambiente ese pedacito de tierra. Es el pueblo a donde mi abuelo regresaba cada semana a ver sus vacas y que añoraba regresar a él cuando estaba con nosotros, como si hubiera estado a mil kilómetros de distancia. No encontraran museos, restaurantes, ni bares con plasma tv, pero si encontraran a gente que aun ve a los ojos y saluda como si los conociera de toda la vida. No encontraran ahí un clima extraordinario, pero encontraran un sol que te abraza cálidamente y unos espacios naturales que se han empeñado en quedarse. No encontraran mucha gente, pero la que vive ahí está para atenderlos haciéndolos sentir como en casa.
La necesidad de estudio y una vida mejor para sus hijos fue lo que motivo a mi abuelita a insistir a mi abuelo a salir del Remolino. Si por el hubiera sido, no arriesgaba a su familia a salir de aquel pueblo porque para él, la modernidad de la ciudad era un riesgo y el amparo de su pueblo, su familia y sus costumbres era el escudo infranqueable para ellos. Pero con aquellos ojos hermosos que tenía mi abuelita lo convenció a salir con su familia de su querido pueblo. No podía negarle nada a la mujer más bella del pueblo y menos aun cuando se lo pedía con aquellos ojazos. No se equivoco mi abuelita. Nunca se equivocaba.
De chico aun sin conocerlo siempre me cautivo El Remolino por las historias y anécdotas que en la mesa platicaban mi mama, mi abuela y mis tías. Con una memoria absoluta platicaban de cualquier persona o lugar como si aun estuvieran ahí. Reían y disfrutaban esos pasajes de su vida evocando a detalle las anécdotas más divertidas y sorprendentes. Yo las escuchaba con la envidia típica de alguien que aun dependía de la decisión de sus padres para ir o no a ese místico lugar. Me juraba a mi mismo que cuando fuera grande me iría a vivir al Remolino. Mas grandecito disfrute ir de pesca al Rio San Rodrigo con mis tíos y sus amigos, quedando en mi memoria los bellísimos paisajes que ofrece ese lugar. Pronto iré, me lo prometo...otra vez.
Nos vemos…
Las pocas cosas que están mal en la ciudad están así por culpa nuestra. Los muy pocos malos funcionarios públicos que sirven a la ciudad, están ahí porque nosotros queremos, así que de nadie es la culpa de lo que sucede en el pueblo más que de nosotros mismos. Y es que escribir de las carencias del pueblo y de los malos políticos y funcionarios municipales y estatales no me ha ayudado más que a derramarme la bilis y a que me salgan canas en el poco pelo que aun tengo.
Hoy mejor les voy a platicar del Remolino Coahuila. Si, una joyita de pueblo olvidada por alguien en la región de Zaragoza Coahuila y que aun guarda costumbres, paisajes y una rica historia familiar. Lugar donde nació mi madre. Lugar donde se mecen los nogales con el viento que se encañona y se disfrutan las tardes escuchando la melodía del agua del Rio San Rodrigo cuando pasa a su lado. Lugar donde aun puedes platicar en sus calles bajo la sombra de los arboles o descansar placidamente metiendo tus pies en el agua fria y cristalina que corre por la Atarjea a la sombra de los alamos.
La localidad de El Remolino está situada en el Municipio de Zaragoza Coahuila. Tiene 436 habitantes y está a 360 metros de altitud sobre la altitud media del mar. Puedes llegar ahí tomando la carretera 29 y entre las ciudades de Zaragoza y Acuña encontraras las señales que te llevaran a esta poblado.
Muy pocas veces he visitado el poblado, pero con las historias que platican mamá y los tíos me basta y sobra para sentirme de ahí.
No es un lugar turístico, pero es el lugar donde mi familia materna lleno con sus juegos y risas de su niñez el cálido ambiente ese pedacito de tierra. Es el pueblo a donde mi abuelo regresaba cada semana a ver sus vacas y que añoraba regresar a él cuando estaba con nosotros, como si hubiera estado a mil kilómetros de distancia. No encontraran museos, restaurantes, ni bares con plasma tv, pero si encontraran a gente que aun ve a los ojos y saluda como si los conociera de toda la vida. No encontraran ahí un clima extraordinario, pero encontraran un sol que te abraza cálidamente y unos espacios naturales que se han empeñado en quedarse. No encontraran mucha gente, pero la que vive ahí está para atenderlos haciéndolos sentir como en casa.
La necesidad de estudio y una vida mejor para sus hijos fue lo que motivo a mi abuelita a insistir a mi abuelo a salir del Remolino. Si por el hubiera sido, no arriesgaba a su familia a salir de aquel pueblo porque para él, la modernidad de la ciudad era un riesgo y el amparo de su pueblo, su familia y sus costumbres era el escudo infranqueable para ellos. Pero con aquellos ojos hermosos que tenía mi abuelita lo convenció a salir con su familia de su querido pueblo. No podía negarle nada a la mujer más bella del pueblo y menos aun cuando se lo pedía con aquellos ojazos. No se equivoco mi abuelita. Nunca se equivocaba.
De chico aun sin conocerlo siempre me cautivo El Remolino por las historias y anécdotas que en la mesa platicaban mi mama, mi abuela y mis tías. Con una memoria absoluta platicaban de cualquier persona o lugar como si aun estuvieran ahí. Reían y disfrutaban esos pasajes de su vida evocando a detalle las anécdotas más divertidas y sorprendentes. Yo las escuchaba con la envidia típica de alguien que aun dependía de la decisión de sus padres para ir o no a ese místico lugar. Me juraba a mi mismo que cuando fuera grande me iría a vivir al Remolino. Mas grandecito disfrute ir de pesca al Rio San Rodrigo con mis tíos y sus amigos, quedando en mi memoria los bellísimos paisajes que ofrece ese lugar. Pronto iré, me lo prometo...otra vez.
Nos vemos…