29 de mayo de 2025

Piedras Negras y el eterno colapso: el fracaso sistemático en el manejo de los arroyos

En Piedras Negras, las lluvias no son una sorpresa: son un fenómeno previsible y recurrente. Sin embargo, cada vez que cae un chubasco, la ciudad colapsa. Esto no es producto de la fatalidad ni del azar climático; es resultado directo de años de negligencia, improvisación y falta de visión institucional. Lo más preocupante es que, administración tras administración, el problema persiste sin soluciones estructurales a la vista.

Todas —sin excepción— las administraciones municipales, pasadas y presentes, han demostrado incapacidad e ineficiencia para atender esta problemática. Se ha optado por “parchar” en lugar de planear, por reaccionar en crisis en lugar de prevenir con estrategia. Lo que debiera ser una prioridad de infraestructura y seguridad pública, se ha convertido en un tema que simplemente se deja estallar cada temporada de lluvias.

Es importante recordar que en alguna administración pasada se contrató a la Universidad Autónoma de Nuevo León para elaborar un diagnóstico técnico y proponer un proyecto integral de manejo de los arroyos. ¿Dónde quedó ese estudio? ¿Qué se hizo con los recursos públicos invertidos? Si no se aplicó, fue un desperdicio; si se aplicó y no funcionó, fue una mala implementación. En ambos escenarios, hay responsabilidad institucional que nadie ha explicado.

Las imágenes que circulan en redes sociales no mienten: los cauces están sucios, obstruidos, abandonados. Esto no es sólo un reflejo de la cultura ciudadana —que también debe revisarse—, sino de un municipio sin controles, sin seguimiento y sin mantenimiento básico. La falta de limpieza en los arroyos evidencia que hay funcionarios que no están cumpliendo con su trabajo más elemental.

Pero el problema va más allá de la falta de desazolve. Lo verdaderamente alarmante es que Piedras Negras no cuenta con un proyecto hidráulico serio, profesional y de largo plazo. Lo que tenemos es una administración del agua y del riesgo basada en la improvisación, en simulacros de solución cada vez que el desastre ocurre. Y lo peor: la ciudadanía ya se acostumbró a vivir en ese ciclo de caos e indiferencia.

El contraste con Eagle Pass, justo al otro lado del río, es revelador. Con una lluvia de magnitud similar, allá se evitaron los estragos por una razón sencilla: se respeta la infraestructura existente, no se permite la invasión de cauces, se limpian los canales y el presupuesto destinado a drenaje se ejerce con transparencia y efectividad. No es magia: es planeación, cultura cívica y voluntad política.

En Piedras Negras, sucede exactamente lo contrario. Aquí se permite el crecimiento urbano desordenado, la ocupación de zonas de riesgo, la acumulación de basura en arroyos y el desvío —o la opacidad— del gasto público destinado a infraestructura hidráulica. El resultado es predecible: cada lluvia es una catástrofe anunciada.

Es momento de exigir un proyecto multianual, con bases técnicas reales, con presupuesto etiquetado y seguimiento ciudadano. Ya no es aceptable que, ante cada tormenta, se repita el mismo discurso vacío, la misma foto de supervisión y el mismo colapso urbano.

La gestión del agua no puede seguir en manos de la indiferencia. Piedras Negras no merece seguir hundida, literalmente, en el mismo error año tras año.


Javier Zacarías 


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