11 de julio de 2025

Aquel Piedras Negras que no se olvida


Hace rato pasé por donde alguna vez estuvo el viejo IDAO —el Instituto Doctor Andrés Osuna— y, como si alguien abriera un cajón lleno de memorias, se me vinieron encima en cascada los recuerdos de otros tiempos. Hoy ese rincón está ocupado por un Oxxo y varias oficinas, pero yo no veía eso. En mi mente seguía ahí la secundaria de siempre, frente a los Almacenes Coahuila, cerca de la Aduana, del Correo, del Cuartel Militar, de la XEMJ… y del sabor inolvidable de los Yukis de Jando y los tacos del Correo, que eran parada obligada para muchos de nosotros.

¡Qué imponente lucía la Aduana en aquellos años! ¿Se acuerdan? Con sus pasillos ajardinados, sus bancas firmes, la cerca de fierro forjado… y ahí mismo, en el crucero de Zaragoza y Fuente, la estatua de don Miguel Hidalgo como testigo mudo de nuestras andanzas. Los del IDAO íbamos a “deportes” al Cuartel, porque la escuela no tenía patio. Pero eso no nos quitaba el ánimo: a la salida, nos esperaban la cafetería del Hotel Niza, El Farolito… y si la travesura nos ganaba —y teníamos suerte de que no nos descubrieran nuestros papás—, el Buzo con su billar, o incluso una mirada curiosa al Jockey Club.


La calle Zaragoza, era otra historia. No como hoy, donde se acumulan las cantinas, los edificios caídos y la basura olvidada. Aquella Zaragoza era alma viva, corazón vibrante del comercio local. Desde la Presidencia hasta la estación del tren, cada cuadra tenía su carácter, su ritmo, su gente.


Cómo no recordar los aromas del Café Zócalo de Don Gaspar González, donde se reunían personajes entrañables como Monseñor Jáuregui y donde era común ver a Lolo llegar por su Fanta de fresa. O los Arcos de la familia Nolasco, la Refaccionaria Valdez, la Papelería El Rubí, el Ciros Bar de Don Mariano Peña, Salomón Curios y restaurante de Don Salomón Abraham, el Mercado Zaragoza con sus tienditas llenas de México, las carnicerías al fondo, Licores Andrés Garza, el Chop Suey, Tapizados Monterrey, el Juzgado de Distrito, la Frutería Zacarías, la Librería Cabral, el Viejo Nopal, la Sociedad Mutualista Benito Juárez, Funerales Valdez, La Vencedora… y tantos otros nombres que, aunque quizá ya no existan, siguen vivos en nosotros.


Evocar todo esto aprieta el pecho. No de tristeza, sino de esa nostalgia buena, la que da calor en el alma y te saca una sonrisa sin avisar. Porque fuimos parte de un Piedras Negras más sencillo, más humano, más nuestro. Un pueblo de bicicletas, de música, de amigos que se encontraban en la plaza, de juventud desbordada en cada esquina.


No dejemos que esos días se pierdan en el olvido. Contemos nuestras historias, revivamos nuestras calles, compartamos nuestros recuerdos para que quienes vienen detrás sepan que hubo un Piedras Negras lleno de vida, de sueños, de sabor y de alma.


Les dejo un abrazo como los de antes: de esos largos, sinceros… y con olor a fiesta de pueblo.


Javier Zacarías 

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