22 de julio de 2025

Con la vara que midas…


 “Con la vara que midas, serás medido”, dice el dicho popular basado en la vieja y sabia regla de oro. Esa que nos advierte, con palabras sencillas pero firmes, que todo acto tiene su consecuencia. Que como trates a tus semejantes, serás tratado.

Pero ¿qué más semejantes que nuestros propios padres?

Aquel domingo me desperté temprano, me encaminé con paso ligero al negocio de mi papá. Iba decidido a felicitarlo por el Día del Padre y al llegar, le estampé un beso en el cachete.

Él, sorprendido por la visita inesperada y sobre todo por el escandaloso beso, sonrió y mandó al Güero a preparar en la bodega de la frutería un sartenazo de huevo con jamón y cebolla. Ese desayuno fue para celebrarnos mutuamente… ese día tan poco celebrado y tan profundamente sentido.

Mientras compartíamos la mesa y la plática, comenzaron a desfilar por mi mente los recuerdos que llevaba guardados, algunos polvosos pero vivos. Recordé mis rebeldías de niño, mis silenciosos desacuerdos con su estricta disciplina, mis berrinches, mis inconformidades de adolescente.

Recordé, también, cómo una y otra vez, con firmeza y sin rodeos, me enseñó el camino correcto. Y aunque no decía mucho, no dejaba pasar mis excesos. Sus consejos y regaños no eran pocos… pero tampoco eran en vano.

De pronto me vi a mí mismo en la caja de su camioneta, riendo con el aire en la cara. Reviví los días de campo en Santo Domingo, el primer balón de fútbol, el uniforme de las Chivas comprado en Deportes Montemayor, mi primer guante de béisbol, la bicicleta que con tanto esfuerzo me regaló, mi tractor rojo, las tardes de pesca, los juegos de dominó y billar, las sabrosas charlas de hombres en El Buzo, su ejemplo incansable de como el cuido y respeto a mis abuelos, sus amigos de toda la vida, su entrega al trabajo, sus consejos certeros y ese amor silencioso pero constante que nos dio a mí y a mis hermanos.

Ahí, en esas breves pero intensas horas, entendí el tamaño de su sacrificio. Entendí todo lo que se necesita para sacar adelante a una familia. Y lo comprendí tarde… pero lo comprendí.

Hoy ya no tengo a mi papá.

Pero tuve la inmensa fortuna de compartir la vida con un hombre que jamás me deseó un mal, con un amigo leal y con un padre que siempre estuvo ahí, esperando.

Me equivoqué muchas veces, pero esos recuerdos no los quiero guardar en el corazón —porque ahí ya no caben de tantos buenos momentos vividos—. Los dejo en el cajón de la conciencia, para tenerlos a la mano, para no olvidar, para recordar que la vida te mide con la misma vara con la que tú mides… y que nunca es tarde para mirar a tu padre a los ojos y decirle cuánto significó en tu vida.

Misión cumplida, viejo… te adoro.


Javier Zacarías

#Familia

#PiedrasNegras

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